Corto II: Luna de sangre
Duele, y mucho, cuando la sangrienta luna se alza en el
cielo nocturno mirándome y clavándome sus rayos blanquecinos con tono rojizo, llegan hasta mi piel y me quema.
Mi corazón se acelera, mis venas se endurecen y bombean más
sangre que nunca y la transformación empieza.
Mis manos se transforman en garras mas afiladas que
cualquier espada con las que puedo despedazar a aquellos desdichados que se
crucen en mi camino.
Mi cara se transforma, consiguiendo unas enormes y afiladas
fauces con las que desgarro e hinco el diente al prójimo.
Mi cuerpo crece, haciéndome enorme e inalcanzable para el
resto de los mortales.
Mi juicio se nubla,
se entumecen mis pensamientos, sólo el deseo de poder, sangre e imponerme al
resto de los endebles humanos queda en mi ya solitaria consciencia.
Oigo los susurros de
los habitantes en sus casas, hablan con
miedo de mí y se asustan ante mi imponente presencia, mi sola mirada basta para
que los niños lloren y los padres griten y corran.
Deambulo a la entrada de sus moradas, intentando engañarles
con promesas de perdón, simulando las voces de sus seres queridos… cualquier
cosa vale con tal de entrar y hacer lo que me urge mi afilada alma nocturna.
Aquellos desdichados que caen en mis tretas no reciben
compasión, son inmediatamente mutilados y castigados en un desenfreno malévolo.
Casi al finalizar la noche vuelvo ya a mi casa, con mis manos manchadas de
sangre y con mi enloquecido estómago que pide repetir más atrocidades, y que
nunca se sacia.
Llego a mi cama con el
corazón destrozado por mi impedimento a cambiar lo que soy en las noches de
luna de sangre.
En esos días me transformo en el peor y más temido ser de
éste mundo, aquel que rige sobre la oscuridad de los corazones; Así es, me
transformo en político.
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